De pronto
me di cuenta que habíamos sido completamente anacrónicos al venir. Encontraron
nuestras almas algún punto de encuentro, valga la redundancia, y allí
permanecieron en éxtasis, aunque no siempre. Y como no podía ser de otra
manera, duró un tiempo discreto. Además de anacrónicos, escindidos por la
cultura donde elegimos venir esta vez. Y sí, nada que hacer más que disfrutar
de esta realidad de cuerpos separados.
Me consolé
sabiendo que luego de una implacable búsqueda, cuando nos encontramos, tal vez
no fue tal y cómo queríamos y optamos por seguir y esperar a la próxima vida.
¿Qué más da? En esta eternidad no es
tanto. Sólo la vida misma atosiga con su ansiedad.
Y pienso… ¿Por qué elegimos en forma errónea? ¿Por
qué, si hemos elegido bien, sólo nos esperan unas cuantas desventuras diarias y
unos pocos puntos de encuentro?
Es una eternidad de crueldades en las que
sufrimos por el amor del amante que se aleja, va y viene a gusto. No nos elige,
o peor, que si nos elige con el
transcurso del tiempo es bien diferente de lo que fuera antes. Sufrimos por el
amor elegido sanamente porque se enferma de sincericidio al tiempo justo que
nos hemos comprometido, o bien ya venía enfermito pero se nos pasó de largo
querer verlo. Hay crueldad todo el tiempo. Como si Dios y el Amor que todos nos
ufanamos de sentir, no fueran sino meras creaciones de la mente humana enferma en
creer que siempre todo podría ser bueno. Hay crueldad en la cultura
pitocéntrica, en la cultura laboral, y por lo tanto en la cultura de las
parejas y familiar y así perpetuamos la crueldad a través de nuestros hijos. Aunque
creamos firmemente que somos los mejores. Me pregunto si Dios se reirá de
nuestras debilidades, o nos padecerá o si simplemente ya no le da importancia.
Tal vez
entonces, no seas el deseo oculto de lo que no es en esta vida y haya que
esperar a la siguiente, sino el deseo a gritos de que este ahora sea vívido y
vivido. Porque claramente si algo tenemos es esto. Lo demás, suene mucho o poco
en esta eternidad… aun no nos alcanza.
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