Sale y
entra constantemente. No tiene la menor idea de lo que quiere hacer. Corta y
vuelve a llamar. Es infinito el camino que anda y vuelve siempre al mismo
lugar. Sabe que no avanza, sabe que no va a ningún lado, pero extrañamente no
consigue detenerse.
Visto de
afuera parece fácil. Pero sólo ponerte en sus zapatos podría ser parte de una
especie de condena eterna. Dura esta vida,
por suerte, y podría durar más… o
menos.
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