domingo, 22 de abril de 2012

Sintonía con el Universo

Cuando uno entra en franca sintonía con el Universo, éste habla a través de todo, sólo depende de nosotros estar despabilados.
Así es que si uno abre el I-Ching o cualquier libro en la biblioteca con una pregunta, cualquiera sea, el Universo nos responde a través de las palabras. Cuando las palabras trascienden el razonamiento, somos Uno con el Universo y las respuestas son claras y concisas, es tan Mágico como Real.
Comparto un pasaje, largo sí, de este hermoso libro, pero de cabo a rabo vale la pena. El libro entero no tiene ni una sola palabra de desperdicio:




"…Echó las ramas que juntaba dentro del círculo despejado. Luego me hizo acostarme con la cabeza hacia el este, puso mi saco bajo mi cabeza e hizo una jaula en torno a mi cuerpo. La construyó clavando en la tierra suave trozos de ramas, de unos 75 centímetros de largo; las ramas, terminadas en horquetas, sirvieron de soportes para unos palos largos que dieron a la jaula un marco y la apariencia de un ataúd abierto. Cerró esa especie de caja colocando ramas pequeñas y hojas sobre las varas largas, encajonándome de los hombros para abajo. Dejó mi cabeza fuera, con el saco como almohada. Luego tomó un trozo grueso de madera seca y, usándolo como coa, aflojó la tierra en torno de mí y cubrió con ella la jaula.

El marco era tan sólido y las hojas estaban tan bien puestas que no entró tierra. Yo podía mover libremente las piernas y, de hecho, entrar y salir, deslizándome.
Don Juan dijo que por lo común el guerrero construía la jaula y luego se metía en ella y la sellaba desde dentro.
-  ¿Y los animales? – pregunté-. ¿Pueden rascar la tierra de encima y colarse en la jaula y hacer daño al hombre?
-   No, ésa no es preocupación para un guerrero. Es preocupación para ti porque tú no tiene poder. Un guerrero, en cambio, está guiado por su empeño inflexible y puede alejar cualquier cosa. Ninguna rata, ni serpiente, ni puma podría molestarlo.
-  ¿Para qué se entierran, don Juan?
-  Para recibir instrucción y para ganar poder.
Experimenté un sentimiento extremadamente agradable de paz y satisfacción; el mundo en aquel momento parecía en calma. La quietud era exquisita y al mismo tiempo enervante. No me hallaba acostumbrado a ese tipo de silencio. Traté de hablar, pero don Juan me calló. Tras un rato, la tranquilidad del sitió afectó mi estado de ánimo. Me puse a pensar en mi vida y en mi historia personal y experimenté una familiar sensación de tristeza y remordimiento. Dije a don Juan que yo no merecía estar allí, que su mundo era fuerte y bello y yo era débil, y que mi espíritu había sido deformado por las circunstancias de mi vida.
Él rio y amenazó con cubrirme la cabeza con tierra si seguía hablando de esa vena. Dijo que yo era un hombre. Y como cualquier hombre, merecía todo lo que era la suerte de los hombres –alegría, dolor, tristeza y lucha-, y la naturaleza de nuestros actos carecía de importancia siempre y cuando actuáramos como guerreros.
Bajando la voz casi hasta un susurro, dijo que, si en verdad sentía yo que mi espíritu estaba deformado, simplemente debía componerlo – purificarlo, hacerlo perfecto- porque en toda nuestra vida no había otra tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu era buscar la muerte, y eso era igual que no buscar nada, pues la muerte nos iba a alcanzar de cualquier manera.
Hizo una larga pausa y luego dijo, con un tono de profunda convicción:
-   Buscar la perfección del espíritu del guerrero es la única tarea digna de nuestra hombría.
Sus palabras actuaron como un catalizador. Sentí el peso de mis acciones pasadas como una carga insoportable y estorbosa. Admití que no había esperanza para mí. Empecé a llorar, hablando de mi vida. Dije que llevaba tanto tiempo de andar errante que me había encallecido al dolor y a la tristeza, excepto en ciertas ocasiones en las que me daba cuenta de mi soledad y de mi impotencia.
Don Juan no dijo nada. Me tomó por los sobacos y me sacó a rastras de la jaula. Me senté al verme libre. Él también tomó asiento. Dijo que mi estado de ánimo le recordaba una canción y empezó a cantarla en tono bajo; su voz cantante era muy agradable y la letra me arrebató: “Qué lejos estoy del suelo donde he nacido. Inmensa nostalgia invade mi pensamiento. Al verme tan solo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento.”
Callamos largo rato. Finalmente, él rompió el silencio.
-  Desde el día en que naciste, de una forma y otra, alguien te ha estado haciendo algo – dijo.
-  Eso es correcto – dije.
-  Y te han estado haciendo algo en contra de tu voluntad.
-  Cierto.
-  Y ahora estás desamparado, cual hoja al viento.
-  Correcto. Así es.
Dije que las circunstancias de mi vida habían sido, a veces, devastadoras. Él escuchó con atención, pero no pude saber si sólo lo hacía por amabilidad, o si estaba genuinamente preocupado, hasta que lo sorprendí tratando de esconder una sonrisa.
-  Por mucho que te guste compadecerse a ti mismo, tienes que cambiar eso – dijo con voz suave -. No encaja con la vida de un guerrero.
Rio y cantó nuevamente la canción, pero contorsionando la entonación de ciertas palabras; el resultado fue un lamento risible. Señaló que el motivo de que me gustara la canción era que en mi propia vida yo no había hecho sino lamentarme y hallar defectos en todo. No pude discutir con él. Estaba en lo cierto. Sin embargo, yo creía tener motivos suficientes para justificar mi sentimiento de ser como una hoja al viento.
-   Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero – dijo él-. De nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le hace nada a nadie, mucho menos a un guerrero.
Tú estás aquí, conmigo, porque quieres estar aquí. Ya deberías haber asumido la responsabilidad completa, y la idea de que estás a merced del viento debería ser inadmisible.
Se puso de pie y empezó a desarmar la jaula. Volvió a poner la tierra en donde la había tomado, y cuidadosamente esparció las ramas en el chaparral. Luego cubrió con desechos el círculo limpio, dejando el área como si nada hubiese tocado jamás.
Comenté su eficacia. Dijo que un buen cazador sabría que habíamos estado allí por más cuidado que él tuviese, porque las huellas de los hombres no pueden borrarse por entero.
Tomó asiento con las piernas cruzadas y me indicó sentarme lo más cómodo posible, dando la cara al sitio donde me había enterrado, y quedarme quieto hasta que mi ánimo de tristeza se hubiera disipado.
-   Un guerrero se entierra para hallar poder, no para llorar de pena – dijo.
Intenté explicar, pero él me detuvo con un movimiento impaciente de cabeza. Dijo que había tenido que sacarme aprisa de la jaula porque mi ánimo era intolerable y él temió que el sitio resintiese mi debilidad y me hiciera daño.
La pena no encaja con el poder – dijo-. El ánimo de un guerrero implica que el guerrero se controla y al mismo tiempo se abandona.
-  ¿Cómo puede ser? – pregunté-. ¿Cómo se puede dominar y abandonar al mismo tiempo?
-  Es una técnica difícil –dijo.
Pareció cavilar si debería seguir hablando o no. Dos veces estuvo a punto de decir algo, pero se contuvo y sonrió.
-  Todavía no te sobrepones a tu tristeza – dijo-. Todavía te sientes débil y no tiene caso hablar ahora del ánimo de un guerrero."

C. XI. El Ánimo de un Guerrero - Viaje a Ixtlan - Carlos Castaneda





lunes, 16 de abril de 2012

Dulce Encanto de Soledad


Los domingos sola tienen una intensidad desconocida para mí.
Salgo a andar, casi errante, pero tengo rumbo, lo sé, lo siento. Encontrando, encontrándome. Me suceden hechos hermosos, como el señor que amorosamente hoy me dijo que el libro que estoy leyendo está buenísimo y cuando dejó el bar donde desayuné me dijo al pasar “¡qué disfrutes el día!”.



Tiene esas llamadas que me dejan rebozando de felicidad, cuando mi padre, corriéndose de sus creencias me dice con amor “¡hija, no te quedes renga!” y así me desea qué yo esté bien, y yo lo recibo con gracia, ternura, y un gracias gigante que me hace llorar.




Los domingos estos aun siguen doliendo, pero me permiten empezar a salir desde adentro, observarme, observar el mundo, tomar conciencia de los otros, de la soledad que hay en esta realidad que vivimos, hay hermosas familias en los parques y muchos papás solos. Muchas mujeres solas. Todos nos acompañamos con algún libro. Con los hijos. Todos estamos en tren de vivir y salir del dolor. Está bien habilitarnos el dolor, pero no quedarnos enquistados en él.

Salgo temprano, y me encuentro que Buenos Aires duerme hasta tarde, hasta el aire parece renovadísimo. La calle es mía y de algún que otro errante.

Es hermoso, es intenso… 

Momentos y Sensaciones II


Afirmar “Nadie Cambia”, ¿es un Mito?



Yo pienso que TODOS sin excepeción, podemos cambiar y crecer día a día. Y de hecho, lo hago. Si nos saliéramos de la creencia nefasta de que nadie cambia, ¿no será que generaremos evolución sostenida?

La Propia Matrix


La vida me está sorprendiendo con un cúmulo de vivencias nuevas, interiores, muy mías. Desde afuera probablemente bien poquito se ve, o no. Dependerá de cuánta empatía tenga un otro conmigo. No da igual: Empatizar es una de las sensaciones/emociones más extraordinarias, y sólo empatizamos con unos pocos, o por momentos muy puntuales hasta con alguien que ni si quiera sabemos quién es.

El hecho es que me encanta la saga Matrix (aunque no la vería nuevamente) porque es un excelente espejo de lo que somos como sociedad, como cultura. Respondemos a patrones tal y como si fuéramos autómatas. Somos así porque ancestralmente venímoslo siendo, porque culturalmente esto o aquello, porque las ideologías teológicas, o los paradigmas socio-económicos… Desconectarnos de la Matrix para ser autónomos es un camino tan mágico como real que estoy decidiendo andar cada día. ¡Esta afirmación no tiene nada de paradoja! En cada nueva situación compleja tengo que re-pensarme para desconectame de mis vicios, aprendidos, heredados, e-vo-lu-ti-vos.

Cultura, cultura: ¡qué bella palabra! Por RAE: Significa 'cultivo, crianza'. Tiene tanto de maravilloso, como de engañoso. Nos hemos cultivado tanto para bien como para mal, y seguimos y perseguimos modelos de conducta, cosechamos lecciones aprendidas por siglos, nos ajustamos al molde estandarizado y finalmente somos esto o aquello arraigados a la pauta establecida, y si no entendemos muy bien cómo somos, porque la regla es ser esto, vivimos mal… y vivimos mal, porque claramente lo que hemos aprendido que somos, no tiene demasiado que ver que con lo que somos en forma genuina. Por eso somos libres, sólo si nos desconctamos de la Matrix, nos re-aprendemos, nos re-conocemos y con absoluta libertad decidimos lo que queremos.

¡Sé que es muy fácil decirlo, y de a poco estoy viviendo, que es muy fácil vivirlo!