Mientras se
liberaba lentamente de sus dolorosas ataduras, se enfrentaba a su lucha mental
por saber de qué se trataba la vida en libertad. No entendía bien cómo había
llegado a semejante esclavitud pero era algo que ya no importaba.
Lejos de cualquier rencor con la
situación, estaba agradecida. Porque el ser humano tiene eso de no lograr empatizar con los demás y
ella no es ajena a la raza. Hay quienes tienen un poco más de sentido de
la existencia del otro, pero esa es otra discusión.
Sólo el
amor libera, sólo el amor perdona. El amor en toda su extensión. Sin
distinción. Sin juicios.
Sabía,
mientras se iba desatando, que tenía que amar entrañablemente a sus carceleros
y entender que ellos, también eran presos.