Domingo de cine. Tras varios domingos de cine siento que, después de tantos años y años de andar, empiezo a vivir la libertad de ser yo, de ser mujer, de ser profesional, de ser mamá, de ser amiga, de ser ex, de ser hija, de ser artista... La libertad de escribir, la libertad que me permite sentir. ¡Eso! Sentir la libertad de sentir. Vi en la protagonista a tantas de nosotras: a mi madre con su estereotipo. Vi a mis amigas, a la que trabaja 28 días seguidos de sol a sol, de domingo a domingo y el cuerpo de hijita única le responde, cada día; a la hermosa Maestra que toma coraje después de tantos años de postergarse y sale a la vida y está… radiante. Vi a varias, me vi a mí. Me veo pudiendo salir de las sábanas lacrimógenas a la vida misma, de mi autocompasión por todavía no sé qué. Me veo saboreando la vida, queriendo leer en el restó mi libro chamánico de Castaneda, en el bar, tomando algo, queriendo comprarme una net (y olvidarme de la que perdí) para escribir en cq lugar del mundo. Siento que me hierve la sangre, siento eso. Siento que me vienen las palabras, que necesito tener algo donde escribir… es maravilloso. Siento que me puedo permitir quedarme en casa y descansar, hacer las cosas que “hay que hacer” un poco menos que siempre, y de todos modos algo hacer y decididamente siento que me empiezo a permitir SER.
Casi como una ironía estoy completa de debilidades, sin embargo, cada vez que la vida me puso de cara a realidades oscuras, duras, difíciles, decisivas o dolorosas, he logrado correr alguna de esas tantas debilidades, tomar coraje y fuerza y mover las fichas de este juego de damas.
Una expresión quedó resonando: “Uno es lo que piensa de sí mismo”. Tiraba por la borda la idea sui generis de que hay que sentir. Yo pienso que ambas cosas se ensamblan perfectamente, una no es sin la otra, sentir y pensar, pensar y sentir.
Esta soy yo, cabeza pura y puro corazón…